El Instituto Boliviano de Investigación Forestal, dio inicio a su campaña educativa sobre incendios forestales, con el fin de promover la prevención y la comunicación de información adecuada, basada en sustento técnico y científico que impulse un mejor entendimiento sobre la temática.
Lo que ocurrió el 2019 en Bolivia fue un evento catastrófico para los bosques. Fue el año en el que más superficie de bosque se incendió por primera vez, con 6,4 millones de hectáreas quemadas en todo el país y de esas, 4,1 millones en el departamento de Santa Cruz.
Desde el 2019 se ha hablado mucho sobre la problemática de incendios forestales, pero el IBIF observa que dos de los principales problemas son: la falta de prevención y la desinformación por parte de la ciudadanía. Es así que la organización impulsa una campaña educativa enfocada en informar correctamente y abordar temas que normalmente no se tocan, a menos que sí haya un incendio.
Asimismo, y como parte de esa lógica de prevención, el IBIF se está preparando para próximamente encarar un nuevo proyecto orientado hacia tener paisajes inteligentes en el uso del fuego. El cual, engloba como parte de sus componentes, identificar las prácticas seguras del fuego y cómo debe ser utilizado, así como también la investigación sobre otro tipo de usos.
“Parte del proyecto está justamente orientado hacia la identificación de prácticas alternativas, a tener experiencias piloto, a buscar financiamiento y apoyar a quienes utilicen el fuego de manera inteligente y así podamos prevenir incendios forestales”, indica el Oficial de Desarrollo y Proyectos del IBIF, Humberto Gómez.
Gómez también explica qué hablar de un contexto de “fuego cero” es completamente inviable para nuestro país. En este momento, los campesinos e indígenas que habilitan espacios para agricultura a pequeña escala, no tienen otra herramienta económicamente factible que no sea el fuego. Son culturas que siempre lo han utilizado y lo hacen para habilitar chacos para agricultura de consumo propio.
Además, en el caso de la Chiquitania, un bosque que pierde hojas y tallos durante la época seca y crea materia orgánica combustible, es esencial que quienes habitan estos territorios puedan utilizar estrategias que disminuyan e inhabiliten el riesgo de combustión de sus alrededores.
“Este tipo de cosas son las que tenemos que investigar y promover para que haya un uso más inteligente del fuego y que esté unido a que haya una ganancia para los productores”.
Los incendios están asociados a las prácticas de habilitación de áreas para agricultura y ganadería y normalmente no se originan dentro de los territorios indígenas. Lo cual evidencia la necesidad de fomentar a que quienes trabajen con ganado y agricultura a gran escala, sean quienes recurran a otro tipo de tecnología que no ponga en riesgo los bosques.
Por otra parte, Gómez también hace hincapié en la necesidad de fomentar una combinación de saberes tradicionales con el conocimiento científico. Esto principalmente debido a que los efectos del cambio climático han ocasionado una variabilidad en el clima, que se ha vuelto impredecible e impide que los indígenas pueda utilizar sus conocimientos ancestrales, de la forma en la que lo hacían antes, para ser más eficientes con la producción de sus alimentos.
“El cambio climático es definitivamente una de las causas de la recurrencia de incendios. Tanto por el incremento de la temperatura, como los cambios en las épocas secas y de lluvias. Las altas temperaturas, la sequía, el viento y el combustible de la materia orgánica, dan la fórmula perfecta para que se origine un incendio incontrolable”, dice Gómez.
Es por eso que el manejo forestal sostenible, el fortalecimiento de las capacidades de los usuarios del bosque y la protección de los territorios indígenas, pueden frenar las causas principales de incendios.
De esta forma, la campaña del IBIF busca abrir un canal de comunicación con la ciudadanía y los usuarios de los bosques. Es importante que quienes viven en las ciudades comprendan los usos del fuego, de dónde provienen nuestros alimentos y cómo funciona el modelo productivo que se aleja, cada vez más, de ser sostenible. Para que así se pueda interpelar a los responsables y exigir que se hagan las cosas de una manera inteligente y justa para con el medio ambiente y los territorios indígenas.
“Si nosotros, como ciudadanos, entendemos cómo funciona el modelo, vamos a tener más capacidad de exigir que se cumplan ciertas cosas para que no volvamos a tener un escenario como el del 2019”, finaliza Gómez.